Umbral
Instalación. Puerta de madera y llavines de metal
212 x 85 x 10 cm
2021
Alcanzar el umbral, estar a las puertas de algo, se relaciona con el valor de lanzarse a un propósito, a un camino. Con una profunda pasión y algunas herramientas, ese paso servirá para conseguir ese objetivo que nace de una decisión. Paralelo a este activador, pienso en el simulacro, en las realidades simultáneas y el espejismo que se dan como imagen ilusoria en ese estado de ganas ya agotado. Pienso en el desierto.
Oportunidades, tiempo, claves, amor; siempre estamos un paso más allá buscando lo que deseamos, al umbral de lo (des)conocido. No sucede cuando quieres, sucede cuando te esfuerzas por obtenerlo. En ese continuo balance que es equivocarse y acertar, en ese inmenso margen de error, pero también de posibilidades, están los misterios por desentrañar, están los retos de un eterno buscador.
Casi siempre lo aparente es engañoso, detrás de la superficie se encuentra un mundo que las personas esconden en mayor o menor medida. Tenemos mecanismos de defensas innatos y otros aprendidos que nos permiten convivir con las estructuras trazadas por la sociedad, pero eso no quiere decir que sea todo lo que somos. Esta puerta “juguetona” guarda una realidad muy cruda: intentar acceder a un espacio otro, a otra dimensión, y a veces acertar y otras veces nunca dar con la clave. Parece un juego, pero es un acertijo: ¿qué nos dará el acceso sino intentarlo?
La dimensión de ese símbolo —incontables llavines que funcionan, pero no abren y donde solo uno logra acceder a un espacio o salir de este— puede ser llevado a todas las perspectivas de la vida y sus circunstancias: desde tus deseos más anhelados en lo personal y lo profesional, hasta la referencia a lo mental: quién accede y quién no a esa dimensión íntima. ¡Cuán difícil es generar ese vínculo y quedarse en la memoria de alguien!
Umbral
Instalación. Puerta de madera y llavines de metal
212 x 85 x 10 cm
2021
Alcanzar el umbral, estar a las puertas de algo, se relaciona con el valor de lanzarse a un propósito, a un camino. Con una profunda pasión y algunas herramientas, ese paso servirá para conseguir ese objetivo que nace de una decisión. Paralelo a este activador, pienso en el simulacro, en las realidades simultáneas y el espejismo que se dan como imagen ilusoria en ese estado de ganas ya agotado.
Pienso en el desierto.
Oportunidades, tiempo, claves, amor; siempre estamos un paso más allá buscando lo que deseamos, al umbral de lo (des)conocido. No sucede cuando quieres, sucede cuando te esfuerzas por obtenerlo. En ese continuo balance que es equivocarse y acertar, en ese inmenso margen de error, pero también de posibilidades, están los misterios por desentrañar, están los retos de un eterno buscador.
Casi siempre lo aparente es engañoso, detrás de la superficie se encuentra un mundo que las personas esconden en mayor o menor medida. Tenemos mecanismos de defensas innatos y otros aprendidos que nos permiten convivir con las estructuras trazadas por la sociedad, pero eso no quiere decir que sea todo lo que somos. Esta puerta “juguetona” guarda una realidad muy cruda: intentar acceder a un espacio otro, a otra dimensión, y a veces acertar y otras veces nunca dar con la clave. Parece un juego, pero es un acertijo: ¿qué nos dará el acceso sino intentarlo?
La dimensión de ese símbolo —incontables llavines que funcionan, pero no abren y donde solo uno logra acceder a un espacio o salir de este— puede ser llevado a todas las perspectivas de la vida y sus circunstancias: desde tus deseos más anhelados en lo personal y lo profesional, hasta la referencia a lo mental: quién accede y quién no a esa dimensión íntima. ¡Cuán difícil es generar ese vínculo y quedarse en la memoria de alguien!